Gorda, rubia, madrileño y catalán
En el vagón de tren: una gorda, una rubia guapísima, un madrileño y un catalán. De repente, el tren se mete en un túnel y se queda el vagón a oscuras;
Entonces se oye un guantazo enorme PLASSS!, el tren pasa el túnel y vuelve la luz.
Los cuatro pasajeros se quedan pensando en lo que ha podido ocurrir.
La gorda piensa:
'seguro que el catalán le ha metido mano a la rubia, la rubia se ha mosqueado y le ha dado un guantazo'.
La rubia piensa:
'seguro que el catalán ha intentado meterme mano, se ha equivocado y la gorda le ha metido una hostia'.
El madrileño piensa:
'seguro que el catalán le ha metido mano a la rubia, la rubia se ha equivocado y me ha dado la hostia a mí'.
El catalán piensa:
'a ver si llega otro túnel y le meto otra hostia al madrileño'.
EL PÁRROCO.
Un buen día, el párroco de un pueblo se encontró indispuesto con unos fortísimos dolores abdominales. Dado el grave estado en el que se encontraba, le trasladaron a la residencia, donde fue intervenido con urgencia.Mientras el cura se encontraba dormido por los efectos de la anestesia, en la habitación de al lado una joven madre soltera daba a luz un precioso retoño. Desgraciadamente, la joven madre murió y el equipo médico se planteo qué hacer con el niño.
Uno de los médicos, tras mucho cavilar, dijo:
-'Mirad, vamos a adjudicárselo al cura, al fin y al cabo, el hombre le dará una buena educación'.
Dicho y hecho, al despertar el párroco se encontró con el bebé en su regazo, y asustado preguntó:
-'¿Pero esto qué es?'.
El médico se acercó y le dijo:
-'Mire, este es el origen de sus dolores de barriga...'.
-'Pero, si esto es imposible' dijo el cura.
El médico le respondió:
-'No, hombre, con lo que han evolucionado los tiempos, ahora los hombres se pueden quedar embarazados...'.
El cura se quedó pensativo decidiendo qué hacer con el niño. Y pensó:
-'Bueno, cuando vuelva al pueblo, diré que es hijo de una hermana mía que ha fallecido y yo me haré cargo de educarlo'.
El párroco volvió así al pueblo y contó su historia. No sin algún recelo, los habitantes del pueblo se acostumbraron a ver a partir de aquel día al nuevo vecino que fue bautizado con el nombre de Juan.
Pasaron los años y el cura se hizo muy mayor. Cuando Juan contaba 25 años, el cura enfermó y, en su lecho de muerte, dijo:
-'¡Que venga Juan! !Que venga Juan!'.
El joven corrió al lado del cura:
-'¿Qué quiere tío?',
El cura, haciendo acopio de valor le dijo:
-'Mira Juan, tengo un gran secreto que contarte, y antes de morir debo decírtelo...'.
Juan interrumpió al párroco y le dijo:
-'Tranquilo tío, no hace falta, desde hace años ya me he imaginado que en realidad es usted mi padre'.
Y armándose de valor el cura le dice:
-'¡NO!... Yo soy tu madre...., ¡Tu padre es el Arzobispo de Cuenca!.
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